Es tan curioso cuando eres consciente de
que te has conseguido cansar a ti misma, tras esa obsesión por planificar el
futuro, por controlar el presente y por analizar el pasado estaba oculta
una cobardía a la vida terrible.
Verdaderamente pensaba que era una actitud
madura y me enorgullecía de ello, es fácil estar orgullosa de algo que no
causa nunca ninguna consecuencia devastadora o simplemente que haga que
se tambaleen y tiemblen los pilares inamovibles de tu vida. Realmente me he
cansado de no temblar.
Siempre se me ha erizado la piel y me han
temblado las piernas cuando conseguía acercarme a algo o a alguien que me hacía
sentir y llevaba años sin vibrar por nada, nada me estimulaba, nada me
ilusionaba. Simplemente me he dedicado a seguir caminando, sin querer darme
cuenta de que el camino se había terminado y estaba andando sin avanzar, estaba
vaciándome cada día.
Se rompe todo.
Explota.
Salta por los aires.
No tienes fuerzas de explicar nada porque
no hay nada que explicar, hace tanto tiempo que no queda nada que decir.
Y de repente existen en el mundo cosas que
no veía, ves en tu entorno personas que te aportan, que tienen mucho que
ofrecerle al mundo y las tienes al alcance de tu mano pero no las veías.
Es algo parecido al “volver a casa” cuando estás de viaje, salir de este estancamiento
vital no ha sido ni la mitad de doloroso de lo que esperaba.
Me está gustando recuperar hasta mi
inmadurez en las relaciones con el sexo opuesto, hasta mi capacidad imaginativa
innata de sobrevalorar gestos y miradas de unos ojos que no conozco pero que
han conseguido que pase toda esta tarde lluviosa de septiembre con una estúpida
sonrisa sin fundamento de la que no me avergüenzo.
Cobardía y tu no entran en la misma frase, bonita. Sin embargo, aunque triste (o no) lo que has escrito es precioso, me ha encantado. Lo he releido varias veces. No dejes de escribir...es buena terapia y a las personas que te tenemos lejos nos gusta saber de ti, aunque sea de esta manera.
ResponderEliminarÁnimo guapetona!