sábado, 6 de septiembre de 2014

Primer paso

Reconocerlo es el primer paso.

Dentro de unos días hará 10 meses desde que comenzó nada. Diez meses que parecen dos años, un tiempo en el que se han combinado más sensaciones y emociones que en cualquier tiempo pasado.

Y me rindo. Me niego a no asumir que desde que apareciste algo cambió, no puedo negar durante más tiempo que eres mi punto débil y cada vez que reapareces quiero que te quedes sin saber para qué pero que te quedes. Han sido tres las despedidas entre nosotros. En cada despedida me he convencido que era la definitiva y que ya se terminaban estas explosiones de emociones que me despiertas pero siempre vuelves y me revuelves.

Me dejas patas arriba sin saber por qué.

Me quedo rebosada de incógnitas porque jamás te siento ni me siento natural contigo y después de tanto tiempo todo se debería haber normalizado, sin embargo continuamos evitándonos y esquivándonos aunque estemos sentados en la misma mesa.

Pero antes de marcharte para siempre, otra vez, vas y reapareces.

Vuelves y me das tregua. Vuelves y me miras, me hablas evidenciando la falta de espontaneidad y fluidez que te acarrea coincidir conmigo, te hablo y soy el reflejo de las mil sensaciones que me despiertas por eso estoy tan intranquila.

Y en los días siguientes me encuentro cansada de ir a los mismos bares cada noche y buscarte aunque sé que no estás. Y todos se parecen a ti durante dos segundos hasta que me doy cuenta de que no voy a encontrarte y cómo me jode que me sucedan estas cosas.

Estoy cansada de esas apariciones fugaces en mi vida que me dejan apática con el mundo. Me parece injusto que en menos de 24 horas seas capaz de no querer coincidir conmigo estando a escasos metros y horas después aparezcas en el bar en el que estoy, te dediques a sonreír cómo sonríes y a mirar como miras.

Y te despidas de mi a las dos de la mañana dejándome desconcertada cuando al irte a dar dos fríos y distantes besos de despedida, vas y me abrazas. Me abrazas y noto, no sé cómo, que te gusta mi perfume. Sé que te gusta porque recuerdo que alguna vez hiciste alusión a ello. Y claro, otra vez recuerdo.

La frase final es, de nuevo, otra despedida a medias que no me deja cerrar la historia: "Nos vemos en navidades que vuelvo". No somos amigos, no me vas a llamar en navidades cuando regreses, no sabremos nada el uno del otro estos meses pero tú siempre haces esas cosas. Siempre sueltas esas explicaciones innecesarias que nunca entiendo porque es raro y forzado.

Me da pánico que no desaparezca esta energía que desprendes y que me rebasa, que reaparezcas en unos meses y vuelva a compararte con el resto y te me apetezcas más que todo lo demás; tampoco me da calma pensar que no aparecerás porque detrás de cada adiós siempre escondo un hasta luego. Sólo hay algo que desee más que tus reapariciones y es la aparición de algo nuevo que me erice la piel y que así toda esta absurdez desaparezca de una vez.

Supongo que son cosas de la vida, aunque me haya matado por negarme que todo esto me estaba sucediendo.

Y retomando el inicio: reconocerlo (que ya es hora) es el primer paso.