lunes, 18 de agosto de 2014

Rockola

La otra noche, poniéndonos al día de nuestras peripecias etílicas nocturnas, un amigo me hizo un comentario que me ha hecho pensar mucho estos días.

- ¡Pues deja de ir de mujer fatal!

Le estaba hablando, por segunda semana consecutiva, del guitarrista de los ojos trasparentes a quien me encontré el viernes en el Rockola.

Mientras más tiempo pasa, menos puedo negarme a aceptar que soy profundamente enamoradiza, aunque me joda. Me enamoro de un paseo por el río o de las vistas desde mi azotea. Prácticamente de casi cualquier cosa que me estimule. Y los hombres también son estímulos.

Aquí tenemos el quid de la cuestión.

Soy incapaz de moverme por las esferas del ligoteo puramente carnal sin fijarme en algo más. Hay rachas en las que he estado en una onda mucho más superficial y veía poco más allá del polvazo que tenía X, no había ninguna otra cuestión que me interesase que lo que aconteciese durante un par de horas en mi cama.

Desde el comienzo del verano esas historias han pasado a parecerme vacías, absurdas y profundamente frías. No ha sido premeditado, simplemente el cuerpo me ha dejado de pedir reincidir en historias que habían dejado de sentarme bien. Sé que en este año de transición absoluta he actuado de ese modo por mi déficit de seguridad y autoestima.

Ahora la seguridad y la autoestima me la refuerzan mi familia y mis amigos, sentirme valorada y querida por ellos. Ahora mi confianza y bienestar no dependen de cuantos líos de cama tenga abiertos, eso es algo que me hace sentir profundamente bien.

Ahora sé que soy yo quién elige follarse a alguien porque me despierte algún estímulo, no elegir entre quienes se hayan fijado en mi y hayan dado el paso de acercarse después de ocho copas a las 5 de la mañana.
Y he aprendido a no forzar situaciones, a dejar que todo fluya porque hay algo más. El estímulo supera lo físico cuando lo que te ha llamado la atención de alguien va más allá.

Ahora, inevitablemente, viene la autocrítica:

Ahora que el estímulo humano aparece, yo paso a sentirme más vulnerable. Desarrollo una especie de filofobia infundada porque me da pánico enamorarme.

Es aquí donde entra en juego el rollo de femme fatale. Esos ojos trasparentes me intimidan, me vuelven tremendamente tímida y utilizo el rollo este de soberbia altanera para protegerme de mis pudores. Me produce aversión que la imagen que puedo proyectar para los demás sea esa y ese es el objetivo de toda esta parrafada mañanera.

Tengo la pretensión de romper con este mecanismo absurdo, el propósito de sí vuelvo a cruzarme con esos ojos trasparentes o con otros, no rehuirlos. Soy consciente de que el viernes él tuvo bastantes conductas de acercamiento y yo no dejé de reincidir en desoír cualquier gesto y boicotear la situación.

Tengo que darme cuenta que no soy la única en el mundo a la que le gusta sentirse bien por las muestras de interés de los demás, que la gente necesita que le digan las cosas bonitas y no solo yo, que el resto del mundo también tiene timidez y que las situaciones tienen que ser recíprocas o las desechamos.

Y esta falsa soberbia de femme fatale es un cuchillo que sostengo con fuerza pero con la mano en la hoja afilada y cortante que lo convierte en un estropicio.

No soy la única que esta pasando por un momento duro, no soy la única que necesita y exige algo más. No soy tan única, aunque como diría Aute, a veces en nuestra búsqueda es más fácil encontrar rosas en el mar.

Pero el mar lo tiene todo, también rosas que rescatar para que el sol y la sal no las marchite.




lunes, 11 de agosto de 2014

Madrigal a la ciudad de Santiago

No sé si llamarlo karma, corazonada o presentimiento pero últimamente mi mente viaja a Galicia constantemente.

No sé de dónde sale esta pasión por tierras gallegas.

Son pequeños detalles: más turistas gallegos en el hotel donde trabajo que de costumbre y una conexión especial con ellos, paisajes gallegos haciendo zapping por la tele, sueño estar en la costa de Cedeira, sentirme feliz y despertarme de buen humor.

Y el viernes yendo de recogida de bares que dolían un poco (y más si abusas del alcohol para anestesiar los recuerdos), comencé a caminar para casa por calle Relator, eran las 4  de la madrugada y empecé a escuchar música. La música venía de una azotea, no sé exactamente cual, y conforme me iba acercando identifiqué la canción: Luar Na Lubre poniendo música al maravilloso poema de Lorca "Madrigal a la ciudad de Santiago". Hacía años y años que no escuchaba esa canción.

Me paré en seco y me encendí un cigarro. Esa canción borró todo lo turbio que me perseguía esa noche, conseguí dormir tranquila cuando estaba segura que mi cerebro a mil por hora me acarrearía insomnio durante horas y...volví a soñar con Galicia. 

Lo más curioso es que nunca he estado en Galicia.

Arrastro un año que pesa mucho, no termino de amanecer y no sé como hacerlo.

Algo me dice que tendría que alejarme físicamente de mi tierra, a la que adoro más que a cualquier otra, para verme desde la distancia.

Y tengo la irracional certeza de que en Galicia me espera el aire limpio que no termino de encontrar. Es un viaje que quiero hacer sola y en invierno.

Es un viaje que haré sola y este invierno. 




jueves, 7 de agosto de 2014

Y entonces llegó Córdoba


Me encanta agosto.

Agosto me recuerda a mi infancia y debo confesar que mi niñez fue maravillosa. Este mes me sabe a Cádiz, Málaga y Almería, me huele a mar aunque ahora no pueda tenerlo cerca por las mañanas como en aquellos años.

Agosto me invita desechar lo que me absorbe la energía porque la energía me brota de dentro.


Y tú eres tan pura y enérgica que aunque este blog es incógnito haré que leas esto porque quiero que sepas cómo te ven mis ojos, porque me gustaría que creyeses más en ti y fueses consciente de lo que aportas y trasmites a los demás.

No puedes llegar a imaginar la importancia que tiene tu aparición en mi vida, aunque tú no apareces sino que irrumpes y eclipsas con tu presencia porque no dejas indiferente a nadie. Tienes esa gracia natural con certificado de origen cordobés, ese desparpajo innato con el que captas las miradas sin pretensión alguna, esa capacidad de cuestionarte a ti misma y hacer autocrítica de los actos que no te hacen sentir bien. Sé que luchas contras tus inseguridades y que te es duro, sé que te da pánico la fragilidad del presente, te da miedo ser feliz porque cada vez que has creído serlo en el pasado se ha desmoronado todo y la hostia te ha dolido demasiado.

Tienes una inteligencia, una capacidad de trabajo y esfuerzo que admiro increíblemente, una sencillez y una ingenuidad que te hacen preguntar sin miedos ni tapujos,  por eso  aprendes tan rápido.

Eres una persona de las que dejan huella y a mí me la dejaste esa noche de noviembre en la que me cantaste “volver” en aquella azotea con vistas a Triana. Eres ternura pura, no te gusta juzgar sin argumentos, por eso es un castigo que los únicos prejuicios y miedos que tienes son con y para ti misma porque eso no te hace bien.


Sé que en el futuro la vida hará que nos despeguemos y que estemos más ausentes que ahora porque los ritmos nos cambien pero sé que te voy a tener en mi vida durante mucho tiempo. Sé que nos aportamos muchas cosas bonitas y que nos hemos cogido un cariño imparable, al principio incluso nos preocupaba la velocidad del acercamiento y los niveles de empatía. Ahora sabemos que hay momentos en los que encuentras alguien o algo que te rompe los esquemas y lo mejor que he hecho ha sido permitir que tú me los rompas. Me alegra inmensamente que seas capaz de permitir que te escuche y que te abras a mí cuando el cerebro te va a mil por hora, me gusta que sepas que puedes hacerlo porque no te voy a juzgar y desahogarte te hace bien, nos lo hace a todos.


Y sé que piensas que no soy objetiva y que no desprendes todas las cosas que yo veo en ti pero estás profundamente equivocada, Emilia.

Yo te aseguro que es así como las personas te vemos, lo único que hace falta es que tú también lo sepas.

sábado, 2 de agosto de 2014

Mi río Guadalquivir

Y el río le dice a Sevilla:

¡Ay si te cojo en Sanlúcar,
borracha de manzanilla!

Y en Sanlúcar no puedo
pero en Triana
me emborracho contigo
toa las mañanas. 

Adiós mi río, 
adiós mi río
desde Sanlúcar va y vuelve
cariño mío. 

Patanegra