domingo, 29 de junio de 2014

Cambio de tercio.


Hay veces que me cuesta la vida escribir pero últimamente me cuesta vida y media no hacerlo. Es una necesidad para poner en orden mi cabeza, y ni por esas lo consigo, para qué engañarme.

Con dos horas y media escasas de sueño aquí ando agotada dándole vueltas a todo. Es jodido pero mientras más agotamiento mental hay en mi cabeza, más me exprimo. La parte buena es que es ahí cuando más sincera me soy.

El Kafka fue retroactivo anoche;  me recordó las noches de este invierno en las que prorrogaba aquella sonrisa como estímulo, me recordó las noches en las que me esforzaba por conocer a tíos con los que dar rienda suelta a mis instintos carnales más primarios, me recordó otro tiempo. Ahora ha pasado el momento en que la necesidad de alegrarme la piel era superior a alegrarme el corazón.

Un tiempo en el que no encuentro demasiada distancia espacio-temporal pero me parece muy lejano sin saber por qué. Estas sensaciones son así de repentinas y me siento profundamente desubicada últimamente, me siento sensible, vulnerable y expuesta al resto. Supongo que es algo natural después de haberme reconocido que se me estaba yendo de las manos el ponerme corazas y escudos protectores de riesgos vitales. Es cómo si este tiempo lo hubiera vivido entre paréntesis.

Anoche eché de más algunos bares y me brotaron esas ganas de que alguien me sorprenda. Me he cansado de fomentar historias que me vacíen y enfríen por dentro; necesito calidez, cariño y erizarme. No estoy diciendo que quiera amor, no hay etiquetas ni miedos pero después de casi un año ya no tengo la necesidad de inmunizarme a las personas, de imponerme la frialdad emocional por decreto y fingir para protegerme.

Es un tiempo en el que me aporta más una conversación improvisada y una mirada que me trasmita que un revolcón sexual con, por supuesto, su dosis de alcohol de por medio. Me di cuenta en la barra del Kafka al ir a pedir un tercio de cerveza y mirar los ojos que tenía cerca. Sentí estar fuera de contexto y no encontrar demasiado sentido a estar allí en ese momento por lo que me fui a casa sin pedir el tercio.

El problema viene cuando sin saber cómo, cuándo ni por qué recuerdo una mirada que me trasmite más que el resto, me deja de un buen humor que me perdura durante días y que echo de menos.

martes, 24 de junio de 2014

Caóticos

Tus ojos me trasmiten caos últimamente. 
Tus actitudes desordenadas, entremezclan la naturalidad intrínseca de nuestra relación con gestos nerviosos que denotan tu falta de tranquilidad y sosiego. Miradas compulsivas al móvil y nerviosismo en conversaciones en las que, realmente, no estás.

Puede ser que siempre hayas sido así y para mi haya pasado desapercibido.
Puede ser que se haya intensificado en el mes de junio por las movidas que arrastras.
Pero hay algo que sí que es: ahora lo percibo y me da rabia. 

Me da rabia tu dispersión. 
Me da rabia este stanby.
Me jode saber que entre nosotros nunca cambia nada y este es otro momento más que reprimir porque estas cosas contigo se me pasan.

Me mata que se me tenga que pasar sin ser capaz de hacer nada. Paralizada porque haya tanto en juego y me de miedo que nuestra relación se resienta.

Y, ¿sabes algo? 
Esta vez no se sí quiero que se me pase.
Esta vez me estoy cansando de reprimir impulsos que toman más peso en cada ocasión que me expongo a ti.
Esta vez, puede que lo joda todo.
Y es más que probable que me merezca la pena.

Tengo mis dudas y mejor no hacer demasiadas preguntas si creo que hay algo bueno que perder.


sábado, 14 de junio de 2014

Los buenos tiempos VERSUS Los buenos días

A veces los momentos más gratificantes llegan de la manera más inesperada. Llegan sin que seas ni siquiera consciente de la falta que te hacían.

Ella ha sido el gran descubrimiento de esta primera mitad de 2014. Llegó a nuestra vida por casualidad y se convirtió en nuestra compañera de piso.

Marta es de esas personas que sientan bien. Sabe hacerte reír y que te diviertas sin que seas consciente, posee una sensibilidad y una empatía con el ser humano que, estoy segura, será su mayor tesoro en la vida.

Te contagia un modo de afrontar la vida sencillo y a su vez lleno de complejidades.
Hables de lo que hables con ella hay algo intrínseco en sus opiniones, sus risas o sus gestos: esas ganas de vivir, de ser feliz y de disfrutar de la vida sin que, bajo ningún concepto, la paralicen los miedos o las consecuencias de acciones y palabras que le salgan del corazón.

Sabe hacerme ver que el miedo es humano y natural, sólo hay que saber gestionarlo.
Sólo hay que saber darle el papel que merece en tu vida para que nos perdamos ninguna oportunidad que nos aporte cosas bonitas.

Y un sábado cualquiera llegas a casa del trabajo, cargada de bolsas porque has decidido que hoy era el día de ponerse las pilas. Tienes energía para currarte un almuerzo. El almuerzo ya no es para una sino para dos.

Finalmente dicha comida se convierte en cuatro horas de cháchara en el sofá de nuestro salón, el almuerzo termina incluyendo café y más cigarros de la cuenta, como siempre. La mezcla del café y el tabaco me pierde.

Esas cuatro horas, esa conversación me ha servido para darme cuenta de que llevo una semana de apatía y mal humor injustificados.

Esas cuatro horas, esa conversación me ha hecho ver que me saturo con la ausencia de problemas reales y me dedico a convencerme de que todo saldrá mal, que todos mis pasos serán en falso y que mejor no caminar por nada hacia ningún lado. 

Simplemente es miedo.
Un miedo visceral y tóxico por no tenerme bajo control. Por la irrupción de cuestiones naturales que sólo tendría que disfrutar.

Ya llegara el día en que se terminen los buenos tiempos y comiencen los buenos días.

Ahora tengo una buena racha porque disfruto de algo o alguien cada día.

Vivir en los buenos tiempos es una suerte.


lunes, 9 de junio de 2014

Quizás toda la vida.

Y por primera vez en mucho tiempo, quizás demasiado, quizás toda la vida, deseé no tener nada excepto lo que tenía.

La fase tío vivo es un poco inagotable y se repiten las secuencias de emociones: a ratos superfluas y a ratos bastante profundas. 

Hay secuencias lógicas y también hay flashes. Flashes repentinos que mis pupilas toleran cada día de modo más natural sin que me creen la inestabilidad y la ansiedad de hace tres meses.

No niego que esos flashes sigan siendo perceptibles para mi, no me son indiferentes.

Pero no aspiro a que desaparezca ninguna de estas secuencias o flashes porque en esto consiste tener 25 años y sentirte, por fin, libre. 

¿Estoy confundida? Si.
¿Me sorprende el modo en el que he decidido empezar a vivir? Si.
¿Me dan miedo los riesgos? Si.
¿Me siento a salvo? No.

¿Y qué? En eso consiste vivir en libertad, irse librando de miedos y prejuicios, permitirte sentir sin limites racionales y morales.

Así que quizás por primera vez en toda la vida no deseo ser de un modo u otro, no deseo hacer las cosas de un modo distinto a como las estoy haciendo, no deseo sentirme mejor ni sentirme peor,

No quiero nada más, excepto lo que tengo.