jueves, 28 de mayo de 2015

Vivir en presente simple

Y sucedió. 
Sabía que tenía que llegar. Este ímpetu inicial tenía que bajar.

Hoy no sé qué coño hago en Madrid.
Supe que hoy sería el día desde que amanecí. Lo supe por la música que me puse, porque siempre la música es mi hilo conductor y me desvela más de lo que me intuyo. 

Esta habitación aún no me gusta. No están los póster de la República haciendo de cabecero, ni la caja de madera que traje de Cuba. Apenas traje libros, pesaban mucho. 
Aquí las casas no tienen azoteas. Tengo terraza en el salón pero no hay color comparada con mi azotea de la Alameda. Me aliviaban tanto aquellos cigarros con vistas a la muralla de la Macarena.

Hoy quería una tostada y un café de mi madre. 
Los necesitaba.
Y que mi perro apenas me dejase darle un sorbo al café sin saltarme encima.
Mi padre llegaría del instituto a cosa de las tres. Me hubiese empezado a contar todos los titulares de la prensa y me hubiese contagiado de ese entusiasmo tan suyo por cambiar el mundo. 

Añoro muchísimo a mis amigos. Más de lo que imaginaba.

Salí a tomar unas cervezas y, casualmente, en el bar nos pusieron cruzcampo. Y fue una jodida putada.
De vuelta a casa, Malasaña estaba llena de gente. 
Grupos de amigos riendo, hablando, disfrutándose y queriéndose.

Al entrar en mi portal todo me pareció muy oscuro.
Las escaleras de madera, la baranda verde carruaje y las paredes marrones.
Las subí tan lentamente que nadie hubiese dicho que vivo en un tercero. Por cada peldaño que subía, bajaba cinco mi valentía.

Y aquí andamos. 
Malasaña está a rebosar. 
El cielo de Madrid es precioso desde mi balcón en Espíritu Santo.
Pero yo tengo una nostalgia que me consume.

Aquí conjugando el pasado continuo una y otra vez.
Con un futuro imperfecto que yo elegí. Porque soy tan imperfecta que me abrumo.

Estar sola no es fácil, se supone que ya lo sabía.
Me olvido de sentir lo maravilloso de empezar no sé qué. Pero da igual el qué o el dónde realmente.
Lo fascinante es sentirse tan libre de lanzarse a hacerlo.

Eso, eso es un presente muy simple.



lunes, 4 de mayo de 2015

No dejes de contonearte

Madrid da vértigo. La adaptación a esta ciudad no me da miedo porque su velocidad engancha. Y la ciudad tiene algo. Aún no sé qué es.
Algo que me hace tener la certeza de querer quedarme.
La soledad la llevo bien.
Aunque a veces mataría por cinco minutos con mi gente.

Jamás he publicado aquí nada tan personal como esto. 
Tu mensaje me ha dejado huella y quiero calcar aquí esa sensación que me ha dejado verme a través de tus ojos. Y que cuando la ciudad me sobrepase y asfixie, entrar aquí, leerte y llenar mis pulmones de aire limpio.
Porque con tu mensaje, Emilia, me he sentido como si hubiese estado en la corredera de Córdoba echando mil birras, aunque estuviese fisicamente en pleno barrio de La Latina.
Gracias.
Y yo si que te quiero.





"Hace mucho tiempo que quería escribirte. Quería, simplemente, dedicarte unas palabras, unos movimientos y trazos con mis manos que tanto mereces, o que tanto quiero regalarte.
Empatía que nos rodea y que nos protege, eso es lo que siempre me ha enamorado de ti. Pasión en nuestros pasos, para no pasear de forma inadvertida, para poder dejar huellas en las personas, cuerdas de nuestro gran teatro de títeres.

Gracias. No quiero seguir buscando la forma retórica de decirte lo importante que eres para mí. Es un verdadero placer, una auténtica gratitud compartir momentos contigo. Ojalá este mundo tuviese muchas más Ana,  ojalá cada rincón del planeta aguardase las chispas que emanas, ojalá en cada sueño existiese alguien tan fuerte como tú.

Me enorgullece pensar en ti y de repente tener muchas muchas ganas de verte, para poder quedarme hipnotizada teniendo la suerte de escuchar tus palabras, sencillas, naturales, cercanas y cálidas.

No tengo ninguna duda de que los caminos futuros vendrán fuertes y sólidos, vendrán según la vida lo desee y según tu dances con la vida, pero jamás dejes de contornearte. Deslízate en el azar, báñate en los instantes, saborea cada parpadeo.

Guarda tu sentido de la justicia, eso se llama Ana.

Me encanta estar escribiéndote, aunque no logre encontrar el sentido o las palabras exactas. Simplemente lo hago porque me latía el corazón desde hace mucho tiempo. Me late porque sé que a ti también, porque nos permitimos hacer lo que nos de la gana, con una misión común: poner toda la carne en el asador, vestirme de "mi amiga" para saber encontrar las palabras que a ella le harán feliz, fuerte, ella. Porque siempre intentamos buscar el mejor vestido de gala para nuestras mejores compañías, lo que más les haga y nos haga brillar.

Te siento como un corset, con dos palabras me realzas con elegancia. Cuando pienso que las alternativas se agotaron, tiras de mí hacia arriba, con hilos fuertes, con fibras que aún no se han desgastado, y como al fondo, una melodía que levemente va subiendo de intensidad y que a horcajadas te impulsa a vibrar. Y después de una larga jornada puedo dejarlo de lado, desdoblarme como quiera sin tener que continuar erguida, sin tener que fingir, teniendo la libertad para soplar y respirar tan fuerte como yo me permita.

Eres mi amistad temporalmente más pequeñita, aunque eso ya no quiero ponerlo más sobre la balanza. Ahora prefiero una balanza abstracta. Deseo una balanza que yo siento y poseo, una balanza en la que cada ocaso, me invade los pulmones de valentía si me detengo a pensar en ti entre pedales.

Lo único que deseo es que seas la persona más feliz del planeta, dónde quieras, cómo quieras, con quién quieras... porque te quiero."