lunes, 24 de noviembre de 2014

Melomanía melancólica

Música. Melancólico alimento para los que vivimos de amor.” 

Julio Cortázar



Y en esas andamos. Llevo casi dos días escuchando música que me destroza pero no tengo fuerzas para más.
En dos días el odio y la ira se esfumaron. Me permití recordar todos los momentos buenos, toda nuestra felicidad juntos. Creía haberme librado de ellos pero no. Un simple "Me marcho de Sevilla"  y como imágenes empezaron a pasarme por los ojos toda esa secuencia de momentos felices que creí olvidar.

Nos despedimos y fue maravilloso. Entendí porque me marche de tu lado. 
No me ves. Antes pensaba que no me escuchabas, ahora sé que no consigues verme. 

Me tocó el papel de siempre: ser fuerte, racional y serena.

No podía cojear ni una milésima de segundo. 
Después de tanto tiempo estabas asustado al tenerme enfrente. Cuando viste que no estaba por morder ni atacar, te confundiste, Esa confusión te llevó a un sutil acercamiento temeroso que intenté gestionar lo mejor posible.

Tu confusión en aumento. Tus ojos me lo decían, cualquier excusa de mi boca te hubiese servido para quedarte. Siempre supe que te quedaste en Sevilla a esperar mi regreso.
Y yo al tenerte enfrente sólo podía sentir lo bueno que eres y lo que te quiero. Sin tener la más mínima duda de que nada por dentro me remueves. Nada.

Después de un año, tres meses y tres semanas esperé encontrarme otra persona, mis intenciones eran decirte que eres maravilloso pero no pude.  Cualquier cesión te hubiese servido.

Fin de la despedida.
Me alegro de haberlo hecho porque siento que te he cerrado y que sabes que irte y olvidarme es la única opción.

Y no puedo mostrártelo ni reconocértelo pero llevo dos días sin parar de escuchar nuestra música.
Esa música me da calor y tengo mucho frío. 
Y al sumergirme en esa música siento que me han dado la cara muchas cosas estos días y tú has sido solo la gota.


En momentos como este: la música es la droga más dura.



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jueves, 20 de noviembre de 2014

Siempre Neruda...

Juegas todos los días con la luz del universo. 
Sutil visitadora, llegas en la flor y en el agua. 
Eres más que esta blanca cabecita que aprieto 
como un racimo entre mis manos cada día. 
A nadie te pareces desde que yo te amo. 
Déjame tenderte entre guirnaldas amarillas. 
¿Quién escribe tu nombre con letras de humo entre las estrellas del sur? 
Ah déjame recordarte como eras entonces cuando aún no existías. 
De pronto el viento aúlla y golpea mi ventana cerrada. 
El cielo es una red cuajada de peces sombríos. 
Aquí vienen a dar todos los vientos, todos. 
Se desviste la lluvia. 
Pasan huyendo los pájaros. 
El viento. El viento. 
Yo solo puedo luchar contra la fuerza de los hombres. 
El temporal arremolina hojas oscuras 
y suelta todas las barcas que anoche amarraron al cielo. 
Tú estás aquí. Ah tú no huyes 
Tú me responderás hasta el último grito. 
Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo. 
Sin embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos. 
Ahora, ahora también, pequeña, me traes madreselvas, 
y tienes hasta los senos perfumados. 
Mientras el viento triste galopa matando mariposas 
yo te amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela. 
Cuanto te habrá dolido acostumbrarte a mí, 
a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan. 
Hemos visto arder tantas veces el lucero besándonos los ojos 
y sobre nuestras cabezas destorcerse los crepúsculos en abanicos girantes. 
Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote. 
Amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado. 
Hasta te creo dueña del universo. 
Te traeré de las montañas flores alegres, copihues, 
avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos. 
Quiero hacer contigo 
lo que la primavera hace con los cerezos

viernes, 7 de noviembre de 2014

La bobería del maridaje

En fin,
Tener miedo y estar vivo
A menudo es parecido.
Así que,
¿cómo no temerte a ti? 

Pequeña bachata mediterránea - Ismael Serrano

Hay elementos que armoniosamente se mezclan al disfrutar de platos y vinos. Encajan a la perfección en nuestro paladar.
Esa combinación perfecta que tiene que despertar las más placenteras sensaciones.

Muchos de mis años fueron de gran reserva, sin embargo nada me decían todos aquellos quesos manchegos y carnes de caza. Al decidir romper con esa tipología vinícola también desterré esos platos. Se los prohibí a mi paladar para siempre.

Decidí ser un vino blanco, lo que me condujo a sabores nuevos. Sabores placenteros que me estimulaban y excitaban: pescado y marisco a toneladas. Todo sabía a mar y me lo tatué en una botella. Libertad a raudales

Y el paladar se acomodó. Empecé a echar de menos elementos de aquellos días de gran reserva y me comenzaron a sobrar ingredientes cotidianos de ser vino blanco.

¿Qué es la bobería esa del maridaje?
¿Quién decide por qué armonizan vino y plato?
¿Quién prohíbe degustar lo que nos apetezca aunque las leyes parezcan indicar que no armoniza?, ¿Quién decide qué es armonía?.

Si no armoniza basta con poner por medio un trago de agua e ir apreciando los sabores sin que se obstruyan entre sí. 
Estos días soy un vino que se niega a coligarse a ningún alimento.


Y lo más importante de todo es que veo lo negativo de parcelar la vida y los sabores. Quiero contaminarme porque al hacerlo abandonas las restricciones y, por ende, dejas de añorar aquellos aromas balsámicos y claro, también es arriesgarse a empachos e intoxicaciones de las que nos sobrepondremos.

Existen alimentos con rostro que armonizan conmigo me vuelva orujo, chacolí o vino dulce de Málaga. No niego mi resistencia a sentirme encandilada por su sabor pero me es imposible desafiar tal placer sensorial.