miércoles, 30 de abril de 2014

Y yo no hacía estas cosas...

Yo no hacía estas cosas.
Yo no llegaba a casa y me hacía un porro. Yo no fumaba porros.

Yo solía tener mi mañana planificado, no apuraba en exceso las horas porque cada minuto era algo más de retraso que me repercutiría en el resto de las horas de cada día. Días que pesaban tanto...

Yo no me metía en la cama con esta necesidad física de ayuntarme a otro cuerpo. No me inquietaba el sexo, mi cuerpo nunca me lo pidió de este modo.

Yo tenía listas. Siempre había raciocinio en mis decisiones y prioridades, nada se escapaba a lo planificado, a lo rentable y a lo beneficioso para mi salud mental. Yo tenía salud mental.

Yo tenía una conciencia que pesaba pero equilibraba. Equilibraba los riesgos y me mantenía a salvo.

Yo nunca me podría erizar sino me ofreces nada, sino eres rentable y no me ofreces nada palpable.



Y yo no sé cómo pero ahora hago estas cosas.

Ahora llego a casa y me hago un porro. Ahora fumo porros y me sientan espléndidos.


Mañana no tengo nada que hacer y apenas me preocupa el tic-tac, sólo sé que AEMET afirma que tendremos sol y quiero tomar café en la azotea. Mañana quiero sol.

La cama despierta mi necesidad física y me turba. Sin infravalorarlo, el sexo se ha convertido en una especie de paliativo, ha perdido la piel y me hace sentir placer egoísta. Las miradas no dan calor ni frío por lo que puedo follar mirando a los ojos y, obvio, se conecta más.

Las listas van perdiendo valor y no hay orden de prioridades. Hay cambios por todos lados, todo es mutable y eventual y, a veces, me satura. Tengo más salud mental que nunca.

Siento el riesgo pisándome los talones y freno la velocidad. Paro el ritmo porque el riesgo es adictivo y da vida. Ahora quiero vivir sintiendo que vivo.

Y ahora me inquieta sentir que me ofreces sentir sin raciocinio. Me acongoja que no seas rentable ni palpable y, sin embargo me transmitas tanto. Es duro resistir esta estimulación incongruente cuando yo solía priorizar “la gestión de las emociones antes de sentirlas” como prefacio en mi vida. Contigo no puedo gestionar porque no sé por qué pero tú me desbordas.

Putas causalidades de la vida.

Y ahora no controlo la causa, el principio y origen.

Estoy carente de identidad y me encanta que la página este en blanco. 

martes, 15 de abril de 2014

Primero de mayo

A veces no consigo encontrar el por qué y eso siempre me frustra.

Esa obsesión por racionalizar, entender, hacer listas de pros y contras, de beneficios y riesgos, de miedos y valentías...

Estoy enamorada de Sevilla esta primavera, tengo las emociones a flor de piel y claro, tanta flor de azahar en el ambiente se me impregna en el cuerpo y desprendo bastante felicidad.
Sonrío más en una semana que en los últimos cinco años, me quedo embobada mirando balcones maravillosos de calles empedradas, me sorprende cruzar el Guadalquivir y tener que pararme a fumar un cigarro porque la luz del atardecer de esta ciudad en abril es mágica.

La noche del domingo bebí muchas cervezas y demasiados mojitos, tengo que dejar el alcohol azucarado porque me vuelve aún más loca. Estuve muy agusto tanto por la compañía como por el olor a dama de noche que tiene siempre el bulebar en primavera.

Me sentí cómoda y dejé en casa el raciocinio y la libreta de hacer listas de contras y pros, de riesgos y beneficios, de miedos y valentías.

Me tiré a la piscina y confié en ella porque se lo ha ganado y si hay algo que me ha demostrado en los últimos meses es que tiene una virtud que valoro enormemente en la amistad: la discreción.
Además de muchas otras cosas maravillosas que tiene para aportarle al mundo, lo que pasa es que ella aún no lo sabe. Ella aún no sabe verse con los ojos que la vemos los demás.
No tengo duda alguna de que esta en el camino de superar muchas secuelas que le ha podido dejar querer vivir demasiado deprisa sin pararse a pensar demasiado, por eso ahora tiene esa necesidad de pensar en ella. Está bien que lo haga, es el momento de pensar en una misma y tener lo mejor de ti para ofrecer al mundo. Creo que eso es precisamente lo que nos ha unido de esta manera tan acelerada, desde la lógica más formal. Nos estamos mostrando lo que nos apetece la una a la otra sin juicios morales ni prisas; con ella los ritmos se marcan solos y me encanta que forme parte de mi vida como lo hace.
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Me da vértigo que llegue el primero de mayo.

Confesé que esta historia de revolcones a las 6 de la mañana, de ser yo tu quinto porro y tú mi décima cerveza, esta historia de tensiones absurdas y distancia de seguridad ha sido más importante para mi de lo que nadie del entorno llegaba a imaginar, y es que claro, cuando me propongo disimular lo que siento sé que consigo hacerlo bastante bien.

El primero de mayo te marchas de este país que no nos permite vivir, te marchas a ser feliz y disfrutar del amor. 

Y yo el primero de mayo no perderé nada, ya sabéis no se puede peder lo que nunca fue tuyo. 

Simplemente a partir de ese día ya no te miraré a escondidas, ni sentiré como me seduce tu sonrisa, ni esperaré que aparezcas repentinamente a las 2 de la madrugada cuando creía que no ibas a salir, ni te encontraré los jueves por el Múnich y los viernes en el Kafka, daré por perdidos los pendientes que olvidé en tu casa y asumiré que la conversación pendiente nunca llegará.

Será absurdo pero te voy a echar de menos.


miércoles, 2 de abril de 2014

Rompiendo la norma

Al volver al "mercado" comienzas a cogerle el gustillo a las historias de una noche. Historias vacías que siguen los mismos cauces, llegas a ellas a través de las mismas conversaciones y actitudes. Repetición cronometrada de palabras, cervezas y copas de ron.

Creo que los hombres tienen algo de miedo a tratarnos con cariño en esas situaciones, es como si el tópico de mujeres hormonales y sentimentales les hiciera temer que te enganches y obsesiones con ellos por un polvo, un polvo descompasado y sin preocuparnos del placer ajeno. Nosotras percibimos esa frialdad y te mantienes aún más fría y lejana que él, como si el situarnos desnudas ante un hombre que nos trasmite eso no nos hiciese sentir damnificadas.

Esas situaciones te llevan a las despedidas más disparatadas. Te vistes y dices: ¡nos vemos pronto por los bares! (¿qué bares?, nos vemos, ¿y qué?) y sales lo más rápido que puedes, haciendo el mínimo ruido intentando que esa situación, en la que no sabes cómo te has metido, sea lo menos trascendente posible. A veces intentas ser más cercana y después de vestirte das dos besos, y te sientes absurda porque hace diez minutos estábamos demorándonos la boca. Y sales corriendo.

Las mujeres no somos tan frías y los hombres aún menos pero nos esforzamos terriblemente en hacernos sentir irrelevantes, en hacer ver que esas situaciones son cotidianas para uno mismo e intentamos no decir nada que haga significativas ese par de horas.

Situaciones tan retroactivas que despiertan nuestros instintos más básicos y sabes que juegas a ese juego por necesidad física. Pero no siempre es posible hacer que prevalezca esa necesidad sin sentir un vacío en el alma que te hace estar de mala hostia durante unos días.

Y de repente se rompe el patrón. 

Tú eres una cobarde que nunca va a ser cariñosa con un hombre que pone esa barrera pero sin esperarlo alguien rompe el reglamento.

No esperas que vaya a pasar nada con esa persona porque la conversación no tiene apenas carga sexual, o no tiene la carga sexual incuestionable habitualmente utilizada. Y sucede todo de manera distinta: los besos son más lentos, las caricias sosegadas, no percibes esa apatía en el placer ajeno, os miráis a los ojos sin que intentes esquivar la mirada  y claro, encuentras satisfacción en ese encuentro fortuito.

Estás tan confundida que te haces la dormida como si la narcosis más potente se hubiese apoderado de ti. Sale de tu cama y te da un beso en la frente que te deja aún más desorientada por lo que solo puedes fingir estar inmersa en el sueño más anestésico de la historia, evidenciando que no te has percatado de nada.

Esa noche te deja de buen humor los siguientes días. Se ha roto el patrón.

Y el domingo te llega un mensaje al facebook:

"Hola melómana que...estabas tan profundamente dormida...pues no pude decirte que gracias por la acogida..."

No sabes ni que contestar así que eres lo más neutra posible y respondes con unos cuantos chistes malos para terminar con "un placer también la noche y con la melomanía nos veremos seguro por los bares".

Y claro, recibes contestación: "Por los bares nos vemos (con más facilidad espero que encontrarte por facebook)".

Entonces te das cuenta. 

Soy yo la que está fomentando la irrelevancia en mis relaciones con los hombres en los últimos meses, soy yo la que se resigna a pasar página tras dos horas poniendo lavadoras a cincuenta grados y mil revoluciones de centrifugado. Lo hago sea cual sea el interés que me haya despertado esa persona y actúo simplificando la motivación a lo sexual, poniendo barreras a todo lo humano que haya en mí. 

Y se agradece que llegue alguien y rompa la norma, que alguien demuestre que recuerda haber pasado la noche contigo y evidencia no olvidar lo que sucedió, a pesar de tus intentos para que al cruzar la puerta todo se hubiera evaporado.