miércoles, 4 de febrero de 2015

La puta que sueña ser musa

Hay rachas, y no hablo de semanas o meses, en las que nos es más fácil conocernos desde fuera que desde dentro. Un buen día empezamos a ahondarnos, incluso a perforarnos para extraer respuestas: ¿qué pasa?, ¿qué estamos haciendo con la vida?.

El desaliento de subsistir en barras de bar empieza a pesar, la intensidad y los excesos de alcohol y drogas me estaba abrasando por dentro, el alimentar que no frenase el cortejo de hombres pasando por mi cama de metro y medio dejó de ser una diversión. Entonces empecé a ahondarme, taladrarme la cabeza y perforarme el corazón.

Reencontré cosas de mi que me encantan y las rescaté del hundimiento. Al hacerlo, mi ritmo de vida se fue relajando de manera natural y empecé a serme más productiva. Necesitaba serme fructífera porque me estaba empezando a no vislumbrar, cada día más lejos y al borde de caer a un precipicio sin nadie que diese la voz de alarma. Porque no hay nadie.

Y también reencontré otra cosa que pensé que ya no existía, y esa, no me gustó tanto como las otras. Pensé que se había evaporado fruto de aquello que llaman madurar pero no, ahí sigue.

Hay miles de chicas con atrapasueños en el techo del dormitorio, cientos de libretas con fragmentos de poemas y canciones anotadas, amantes de la poesía que coleccionan libros de literatura alternativa y todas nosotras estamos bien jodidas. 

Estamos jodidas por eternizar el pueril sueño de llegar a ser musas de cualquiera. No exactamente cualquiera. Musas de aquellos que nos parecen brillantes y que admiramos a pleno pulmón. Esos, esos nos volverán locas a corazón abierto. 

Y ahí estarán esas musas que son capaces de subsistir respirando el dióxido que nos ofrezca él, que fantasean con rescatar del naufragio a fulano o las que tienen la necesidad de demostrarse que el amor existe como lo soñó desde niña y para ese amor, tienes que sentirte su musa.

¡Pues no!

Me lanzo al vacío fiándome de una intuición que, aunque a veces falla, es la única en la que sé confiar y serle fiel. Empeñada en derretir corazones de hielo que no serán derretidos por mi sino por otras. Y yo lo deseo, lo ansío, me empeño en ello hasta debilitarme y desgastarme. 
Demolida, vivir se convierte en subsistir durante un tiempo.

Y llegan otros. Llega él.
A él no le apasiona la poesía, no entiende muy bien porque me encandila un tipo de cine o porque en el spotify hay una lista oculta para ser escuchada sólo cuando este sola. Son rarezas, pero se preocupa en hacerme saber que son anomalías que le encantan.
Él no quiere musas.

Y para él no hay una mujer que lo rescate de sus naufragios ni tenga lumbre para derretir sus miedos y cobardías de hielo. 
La mujer que él encuentra tiene una mordaza en la boca y cuerdas en las manos, descubre a una mujer fría y, aparentemente, segura de sí misma que no quiere entregarse. No es que no pueda brindarse a él, es que no quiere.

Y estoy profundamente cansada de ser dos mujeres. Cansada de ser la equivocada con el acertado y la exacta con el inexacto.

Creo que soy adicta a la tristeza, a la melancolía y al drama. Lo he sido siempre pero pensé que esa parte de mi habría madurado con veintiséis años pero no, ahí sigue la puta soñando ser musa.



3 comentarios:

  1. Profunda reflexión e interesante. Las fases de desfase y de intromisión se suceden. El equilibrio no se alcanza. Y ser musa, es bello

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  2. El proceso de maduración es largo, pero te estás convirtiendo en una mujer que sabe lo que quiere y, con paciencia, el tiempo lo pondrá a tu alcance.

    Qué maravilla sumergirte en la poesía.

    Un abrazo.

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  3. Sabemos lo que queremos a través de los sueños, y también sabemos que están lejanos pero hay palabras que nos incitan a conseguirlos, lucha y libertad, desdoblarse y ser uno mismo, dejar el actor atrás y empezar a querernos y no para ser musa de nadie, más bien compañera, alma gemela.

    Me ha gustado mucho tu reflexión.

    Un cariñoso abrazo.

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