“Música.
Melancólico alimento para los que vivimos de amor.”
—
Julio
Cortázar
Y
en esas andamos. Llevo casi dos días escuchando música que me
destroza pero no tengo fuerzas para más.
En
dos días el odio y la ira se esfumaron. Me permití recordar todos
los momentos buenos, toda nuestra felicidad juntos. Creía haberme
librado de ellos pero no. Un simple "Me marcho de Sevilla" y
como imágenes empezaron a pasarme por los ojos toda esa secuencia de
momentos felices que creí olvidar.
Nos
despedimos y fue maravilloso. Entendí porque me marche de tu lado.
No
me ves. Antes pensaba que no me escuchabas, ahora sé que no
consigues verme.
Me
tocó el papel de siempre: ser fuerte, racional y serena.
No
podía cojear ni una milésima de segundo.
Después
de tanto tiempo estabas asustado al tenerme enfrente. Cuando viste
que no estaba por morder ni atacar, te confundiste, Esa confusión te
llevó a un sutil acercamiento temeroso que intenté
gestionar lo mejor posible.
Tu
confusión en aumento. Tus ojos me lo decían, cualquier excusa de mi
boca te hubiese servido para quedarte. Siempre supe que te quedaste
en Sevilla a esperar mi regreso.
Y
yo al tenerte enfrente sólo podía sentir lo bueno que eres y lo que
te quiero. Sin tener la más mínima duda de que nada por dentro me
remueves. Nada.
Después
de un año, tres meses y tres semanas esperé encontrarme otra
persona, mis intenciones eran decirte que eres maravilloso pero no
pude. Cualquier cesión te hubiese servido.
Fin
de la despedida.
Me
alegro de haberlo hecho porque siento que te he cerrado y que sabes
que irte y olvidarme es la única opción.
Y
no puedo mostrártelo ni reconocértelo pero llevo dos días sin
parar de escuchar nuestra música.
Esa
música me da calor y tengo mucho frío.
Y
al sumergirme en esa música siento que me han dado la cara muchas
cosas estos días y tú has sido solo la gota.
En
momentos como este: la música es la droga más dura.
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