Este sol pre primaveral ayuda a traer aire fresco a mi dormitorio.
Me despierto y pongo a lavar ropa, sábanas y cortinas. Aromas que por la noche pueden resultar atrayentes pero por la mañana se me vuelven cargantes e irritantes, esos olores de personas sin nombre que van pasando por esta cama de metro y medio.
Y pongo lavadoras a cincuenta grados y mil revoluciones de centrifugado para que no quede rastro de estas noches. Recojo las sábanas y me complace que los restos de esta indigencia física hayan desaparecido. No queda rastro ni en las sábanas ni en mi. Reseteo mi habitación y mi cuerpo.
Y cuando, más tarde que pronto, me tomo el café después del ritual de asepsia me pregunto:
-¿este nuevo protocolo de domingo sería tan urgente si tuviera que eliminar tu rastro y no el de otros sin nombre?
Seguramente no.
Seguramente querría invitarte a café y a tostadas, y pedirte que te quedaras a fumar como en la canción "vestida de domingo".
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