miércoles, 26 de marzo de 2014

Imperfecta


Lo asumo: me declaro la perfecta imperfecta.

Soy imperfecta y no puedo evitarlo. Cambio mil veces al día de opinión y de objetivos. A pesar de haber estudiado historia, la geografía se me resiste y odio que me pregunten algo que debería saber porque no lo sé. Me gusta tenerlo todo bajo control y me declaro intransigente en las cosas más tontas y absurdas. Me obsesiona la vulnerabilidad,  me angustia sentirme frágil ante personas que no conozco y que me gustan. Me resisto a dejarme llevar por mis instintos.
Soy tan imperfecta que cuando algo me molesta soy incapaz de controlar que mi cara y mis ojos nerviosos no lo comuniquen de alguna forma, así que tengo que terminar hablándolo (e incluso gritándolo). No sé controlarme cuando siento algo, me vuelvo obsesiva y jamás consigo desconectar. Tengo que personalizarlo todo, dibujo nuestros nombres en el lugar donde colocamos los cepillos de dientes porque necesito calor en esta casa. Soy imperfecta porque exijo calor a todo, es una necesidad. Necesito el calor de mi familia, necesito sentir que mis amigos están ahí para mí, necesito los pequeños gestos de la gente a la que quiero. Todo eso me da fuerzas para caminar. 

Soy tan imperfecta que necesito el calor de tantas cosas para continuar: necesito leer de vez en cuando a Galeano y sentir que “Las venas abiertas de América Latina” sigue encogiéndome el alma, necesito ver una película de Aristarain y tener que pausar y repetir diez veces el diálogo de “Roma” en el que Joaco le pregunta a su padre “¿Para qué sirven los ríos?”, necesito escuchar a Silvio y ver como “la maza” me pone la piel de gallina cuando al final dice:


“Si no creyera quién me escucha
si no creyera en lo que duele
si no creyera en lo que queda
si no creyera en lo que lucha
Que cosa fuera..."

Necesito volver a mis raíces escuchando Ismael Serrano y que "Papá cuéntame otra vez" tenga la cara y las manos de mi padre, saber que esa canción será él eternamente. Necesito la eternidad de la música y que extremoduro me haga evadirme, me haga simplificar la vida y me de ese amor-odio que tan bien me sienta. 

Soy tan imperfecta que me resigné durante demasiado tiempo a una vida que no quería y supe de la sensación de reprimir a la felicidad día tras día. Algunas veces soy testaruda y egoísta, no acepto el que las cosas no puedan ser sí yo quiero que sean. Las lucho todo lo que puedo, aunque a veces lo haga desde la retaguardia para que no me salpiquen demasiado. Me da pánico el "no". Odio el tiempo, me cuesta tanto alejarme del pasado y aceptar que simplemente es lo que fue y nunca más será. Me duele desprenderme de entradas de cine, fotos, objetos absurdos o servilletas de papel con fechas y nombres de ciudades. Ese apego al pasado, en ocasiones, me paraliza. Tengo miedo a lo desconocido. 

Consigo llegar a tal nivel de imperfección que la misma sensación que me produce pensar en el pasado me la produce, multiplicada por veinte, pensar en el futuro. Vivo constantemente pensando que las decisiones que tomo en el presente tendrán repercusión en mi futuro. Sin embargo, de repente, cambio de opinión y me pregunto: ¿qué futuro?. El futuro no existe, el pasado dejó de existir porque ese tic-tac no puede pararse y lo único que tenemos para ser felices es el presente. Si no fuese tan imperfecta y el desorden mental no me acompañase perennemente sacaría más provecho al presente.

Amo la imperfección. La imperfección nos hace equivocarnos, hacer daño y dañarnos, nos hace aprender, rectificar y pedir perdón. La imperfección nos hace amar lo que nos ha hecho caer y volver a lanzarnos para ver si la caída duele menos la segunda vez. Aprendemos, gracias a esa imperfección, a caer de pie.

Amo las personas imperfectas: me encanta que las noches se nos vayan de las manos y decir "mañana no salgo", me gusta ser testigo de la vida de mi gente y tener el derecho de advertirles si siento que se están equivocando y amo ese deber de estar ahí cuando todo se derrumbe, porque son parte de mi. Son ese calor imperfecto que me mantiene no sólo viva, sino con ganas de seguir viviendo y que cada día cuente. Amo quienes se salieron del camino marcado y tuvieron el valor de defender aquello en lo que creen, fuesen cuales fuesen las consecuencias. Amo a las personas libres, sin prejuicios y que demuestran que aman. Amo a la gente que ama las cosas más cotidianas: la buena comida, una cerveza con buena gente en cualquier bar de la alameda, un cigarrito a orillas del río, una mirada cómplice que desemboca en carcajada, una borrachera y todas las exaltaciones de amor que trae consigo, una manifestación en la que hay más gente de la que esperabas y te invade la esperanza, la ilusión y las ganas de cambiar el mundo.

La vida es tan imperfecta que el presente no es como ninguno lo habíamos imaginado.

La imperfección es maravillosa.



3 comentarios:

  1. Tu no eres imperfecta, tu eres persona. Una de las personitas mas bonits que mas quiero del mundo!!!y no cambies nunca!!!

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  2. "Tú y yo tenemos una cosa en común: no somos perfectos. Y ¿sabes qué? Así tiene que ser. Somos un reflejo de lo perfectamente imperfecta que es la vida. Y una vez que hacemos las paces con este concepto, con nosotros mismos, podemos vivir el gozo de todas las cosas imperfectas: la pareja, los amigos, el amor, el trabajo, en ocasiones la salud, en fin, la vida misma."

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    1. Nó conocía esta filosofía (la del párrafo) y me ha gustado el texto.

      Gracias anónimx!

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